"Navegando las Olas del Desarrollo", día 10: nuevamente la estabilidad de la tierra
¡Ya estamos en el décimo día de viaje!
Hoy vamos nuevamente de excursión a tierra firme, nos preparamos con ansias, esta vez pocos quedan en el barco, solo algunos pasajeros e integrantes de la tripulación, al resto le toca día de compras para el final del recorrido, un momento importante para todos.
Los viajeros volvimos a experimentar la estabilidad, el tener un piso que no se mueve, fue una sensación extraña y maravillosa. Nuevas energías del lugar a recorrer.
Un bus nos esperaba, la tranquilidad de ser guiados por un sitio desconocido, con la comodidad del transporte y servicio adecuado en todo momento. En mi caso, siempre elijo las oportunidades de disfrutar de la naturaleza para recargar pilas, sacar muchas fotos, probar comidas típicas y conocer personas nuevas.
Comenzamos con un desayuno abundante para disfrutar el día a pleno, un sol radiante nos esperaba, la buena vibra nos acompañaba, al poco andar llegamos a zona de girasoles, un piso cubierto de amarillo que se distinguía del celeste del cielo, pequeños solcitos que cubrían la tierra que tantos días habíamos esperado, el propietario del lugar nos contó sobre su trabajo, desde que la pequeña semilla hacha raíces, se hace fuerte, crece y florece, pasa por distintas etapas hasta llegar a la fábrica donde se transforma en un rico aceite que dará sabor y nutrientes a nuestros alimentos. Una historia conjunta entre hombre, tierra, agua y aire, donde cada uno aporta lo suyo, interactúa con el otro, se transforma y el producto resultante nos beneficia a todos. Lo relacioné con la vida misma, todos somos una pequeña semilla que se nutre de las personas con las que se relaciona, da su mejor aporte para que todos florezcan juntos y el resultante sea un producto cargado de la impronta y magia de cada integrante. Esta visita me marcó mucho, tal vez fue la forma en que fue contada, la historia que escuché, la vida que observé, la generosidad y bondad que percibí.
A la hora del almuerzo, decidí hacer mi reflexión individual, apartado en soledad, con mi vianda personal, contemplé el cielo limpio y claro, la paz me inundó, en medio de tanta gente bulliciosa, yo solo con esa tierra amarilla que había conocido y el aire cálido que me abrazaba.
Calma para las emociones, me llevo recuerdos guardados en la memoria que en algún momento resurgirán y me harán la vida más fácil.
Seguimos viaje, como siempre compra de recuerdos y artesanías, frutos secos de los alrededores, para compartir con la familia al volver a casa, no podían faltar los vinos de la zona, variedades para degustar y llevar. Una experiencia de sensaciones y sabores.
Este recorrido fue para llenar mi maleta de energía y gestión emocional.
Al caer la tarde, volvimos al barco, el cielo cambió de color, el piso volvió ondulante.
La noche apareció con su misterio, festejo por la jornada vivida, retomamos el camino de las olas del desarrollo.
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