"Navegando las Olas del Desarrollo", día 19: en la montaña

Llegó el día, ya estoy aquí, sintiendo la brisa en mi rostro, las mañanas aún son un poco frescas, los rayos de sol se hacen sentir, tenues y agradables, está próxima la primavera, se mezcla el aroma de tierra húmeda por el rocío nocturno con los débiles arbustos, el invierno los castigó un poco, este mes resurgirán lentamente y aparecerán los brotes fuertes y alguna que otra flor silvestre, comienzo a caminar entre las lomas, traigo todo lo necesario, la planificación que hice me sirvió bastante, tengo lo necesario, ni mucho peso ni que me falte lo imprescindible. Tomo algunos tragos de agua y continuo por el sendero, ya conozco el recorrido, como voy solo camino por los lugares habituales. Encuentro una pila de piedras, un bonito trabajo que realizó algún caminante, apiladas una sobre otra en perfecto equilibrio, una señal frecuente que guie el camino, es por aquí, alguien dejó la señal. Avanzo a paso firme y seguro, subo lentamente, el lugar tiene poca pendiente, observo a mi alrededor, algunas formas redondeadas, otras con terminaciones geométricas y filosas, distintos colores en el paisaje, una combinación de grises hacia mis pies, celestes sobre mí, hacia el frente marrones, verdes y amarillos, algo rojo y fucsia de personas a lo lejos. Hacia adelante, un cerro alto entre pequeñas lomas, allí quiero llegar.

Disfruto cada paso, momentos únicos, cada imagen es una experiencia, muchas fotos que se van guardando en la memoria. Llegó a mí, un recuerdo del mar, aquel reflejo imborrable se sensaciones mezclado con las ondulantes aguas bajo el barco. La comparo con la tierra firme que percibo hoy, tan distintas pero igual de hermosas. Hago un alto, tomo un poco de agua y me permito contemplar, admirar mis montañas, es momento de valorar la naturaleza, de recibir lo que me ofrece, me alivia el alma y mejora las emociones, recibo sus bondades, aire puro, colores, olores. Asumo el compromiso de cuidarla para que todos puedan disfrutarla. Retomo el recorrido, aquella cima me espera, la miro y la admiro,      

¿Me estás acompañando? ¿Te gustan mis cerros?

A mí me sirve estar aquí, rodeado de belleza. Mis piernas van sintiendo la tensión de la subida, a medida que avanzo la cima está más cercana, mi meta se aproxima, hoy fue mi objetivo y se está por cumplir. Una sonrisa llega en mi cara, también el calorcito del mediodía, encuentro algunas cuevas pequeñas, formas caprichosas, efecto de los vientos y las lluvias. A mi paso, encuentro personas que eligieron mi mismo camino, me saludan amablemente, gran característica de los sanjuaninos. 

Ya estoy por llegar, recuerdo lo que aprendí de las metas, tienen que ser claras y bien definidas. Me decido a alcanzarlas y divido el proceso en pequeños logros que voy consiguiendo y valorando. Cada tramo de esta montaña es parte del resultado final, que se suman y se convierten en el desenlace esperado, donde la última piedra será el gran trofeo.

¡Lo logré! La tomo y contemplo el panorama. Desde arriba todo se ve distinto. Me doy cuenta que cada fragmento del camino cambia según el lugar de donde lo observo. Pasajes difíciles y zonas más fáciles, desafíos que dan fuerza y permiten continuar. 

Lo llevo a mi día a día, algunos muy pesados, otros aliviados, todos tramos de una gran victoria. 

¿Te animas a intentarlo? Cada instante es un nuevo reto. ¡Hay que intentarlo! 

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Coach ontológico profesional, Aacop nro. 7231

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