Columna dominical: Estamos en camino, que no es poco
Columna dominical: Estamos en camino, que no es poco. Una vez escuché a un sacerdote decir que "en el camino de la fe detenerse es retroceder". La vida es un camino que transitamos, muchas veces con alegrías; pero sabemos que no estamos libres de sufrimientos y contradicciones.
Se puede intentar vivir en piloto automático, sin mirar más allá. Pero más tarde o más temprano no podemos esquivar cuestionamientos cuyas respuestas marcan a fondo. ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Adónde quiero llegar? ¿Qué camino tengo que transitar para alcanzar la meta que anhelo?
Hace pocos días el Papa anunció la convocatoria a un Jubileo en el año 2025. Cada 25 años celebramos un Jubileo, año Santo. Es oportunidad de purificación de la vida y gozo en la misericordia.
Si bien falta mucho, quiero compartir unos párrafos de su carta.
"Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. "
La esperanza es don y horizonte. Es don porque Francisco nos dice que "nos ha sido dada»; San Pablo nos dirá que "la Esperanza no quedará defraudada porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado".
Es horizonte porque nos pone en camino, no la poseemos plenamente. Nos alienta la memoria, la oración, la comunidad. No es una actitud individual. Hablamos de la esperanza de un Pueblo, de la Iglesia. Somos peregrinos; todavía no hemos llegado ("en esperanza hemos sido salvados», también nos enseña San Pablo).
Estas inspiradoras reflexiones me recordaban un poema del Beato y Mártir obispo Enrique Angelelli titulado "El hombre proyecto de pueblo": "Mezcla de tierra y de cielo,/ proyecto de humano y divino…/que en cada hombre se hace rostro/ y su historia se hace pueblo.// Es barro que busca la Vida,/ es agua que mezcla lo Nuevo,/ amor que se hace esperanza/ en cada dolor del pueblo".
Francisco ubica este llamado en el contexto de la pandemia, mencionando que "en los dos últimos años no ha habido país que no haya sido afectado por la inesperada epidemia que, además de hacernos ver el drama de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de la existencia, ha cambiado también nuestro estilo de vida".
El mundo nuevo que soñamos, sigue Francisco, "será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna".
No se trata de una fuga intimista para alejarnos del mundo. "Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente."
Uno de los signos del Jubileo es la apertura de la "Puerta Santa" que nos marcará el inicio de este tiempo cargado de sentido.
El pasado miércoles 16 de febrero fui recibido en audiencia privada por el Papa Francisco. Conversamos de diversos temas pastorales, de la Arquidiócesis de San Juan, de las nuevas tareas que me encomendó en el Dicasterio para las Comunicaciones, entre otros asuntos. Le transmití el afecto y las oraciones de todo el Pueblo de Dios. Al despedirme le pedí me regalara su bendición para San Juan, mi familia, mis amigos y todos los que guardo en el corazón.
Y el viernes 18 de febrero se difundió la noticia de que el Papa Francisco autorizó la promulgación del decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que reconoce las virtudes heroicas del cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio. ¡Qué alegría para nuestro pueblo argentino, todos quienes lo conocieron y quienes lo evocan tan solo sabiendo de su paso luminoso por este mundo! Rezo con una memoria que vive en mi corazón.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general de Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)